Ya estamos aqui, en la capital de Malasia, Kuala Lumpur. El viaje hasta aqui ha sido duro. Un total de 11 horas encerrados en un bus lujoso con el aire acondicionado formando escarcha en nuestros mostachos no afeitados desde tiempo hace. Por las ventanas, a lo largo del trayecto, contemplamos el impresionante paisaje malayo. Entre cabezada y cabezadita, nos despertamos los unos a los otros señalando alguna formación rocosa, algun bosque o cualquier cosa asombrosa. La diferencia con Tailandia se deja ver. Solo el cruce de una frontera puede cambiar muchas cosas. Carreteras y coches, clima y vegetacion. Parecido y muy diferente al mismo tiempo.
Entre las 21 y las 22 de esta pasada noche, comienza a llover. Descendemos largas laderas. Al fondo un enorme y ancho haz de luz se dispersa en las alturas. Llegamos a Kuala. Vemos las Torres Petronas. Parecen estar a punto de despegar.
El autobús comienza su inmersión en la ciudad. La mezcolanza de gentes y estilos ya se hace patente. Fijandonos por la ventana podemos ver edificios con influencias morescas, enormes rascacielos, cientos de letreros escritos en chino… Bajamos ansiosos los tres escalones que no separan del pavimento, y asi, sin mas, parece que hemos ido a dar a tres lugares al mismo tiempo. A un lado hay chinos, en frente un restaurante indio y su picor consiguiente, al otro malayos (que no cayos), y por detras un grupo de chavales de colegueo en un coche tuneado. El copiloto malayo, el conductor indio, y a los de detrás no se les ve porque el cristal esta tintado.
Nos lanzamos a por nuestras mochilas y comenzamos a andar en busca de alojamiento barato. Jesucristo en su versión india nos aborda y nos convence para ir a su hostal. Confortable y cerca de los sitios interesantes; ademas barato…, para que mas? Dejamos los paquetes y nos vamos a ver las torres mas de cerca. Aqui las teneis.
Mu rico, como siempre…